El desafío del lenguaje jurídico


El lenguaje es la herramienta de trabajo del jurista. A través de las palabras defiende, acusa, reflexiona, construye, negocia, vincula y desvincula. Es la manera en que juristas de toda clase logran hacer funcionar la sociedad o reparar los daños que se producen en ella. El problema es que les parece tan natural esta herramienta, que muchas veces se olvidan de cuidarla. Y cuando una herramienta no se cuida, se oxida o daña, y puede producir malos resultados para quien se sirve de ella.

El lenguaje jurídico se ha desarrollado por cientos, incluso miles de años. Muchos juristas lo han usado, enriquecido, pero también enredado. Y mientras algunos son capaces de llevar la justicia a todos los que claman por ella, otros confunden u oscurecen el sentido de las normas y los acuerdos. El ciudadano ha concebido, entonces, una gran desconfianza hacia el lenguaje jurídico e incluso tiembla cuando necesita acudir al bufete de un abogado o, peor aún, a una sala de audiencias. No comprende lo que se le dice, ni mucho menos lo que se le pide, y su preocupación crece conforme sus intereses o incluso su vida dependen de comprenderlo.

Acercar el lenguaje jurídico al ciudadano es acercarlo a la justicia. Es por eso que los Poderes Judiciales de todo el mundo se han abocadoa la tarea de modernizar el lenguaje jurídico, de modo que los ciudadanos ya no se sientan frustrados cuando tengan que lidiar con él. Tarea ingente, por cuanto requiere de la labor concienzuda de los profesionales del Derecho y de la asistencia necesaria y experta de los profesionales de la Lingüística, esa disciplina que explica, explora, aclara y aborda el lenguaje con una mirada científica.

El desafío está planteado, pero el conocimiento existe y la voluntad también. Acercar la justicia al ciudadano, hacer que los negocios jurídicos fluyan con naturalidad, brindar agilidad y satisfacción a millones de personas que trabajan a diario en el mundo del Derecho y en relación con él: esa es la respuesta.

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