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Palabras, palabras, palabras…

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Cuando abordamos el tema del lenguaje claro en el ambiente jurídico, la mayoría de las personas tiende a pensar en la terminología . Expresiones como “es porque los abogados usan muchas palabras de domingo”, “es que los tecnicismos son raros, no se entienden”, “el problema de cuando hablan los abogados es que no usan palabras normales”, etc., son muy comunes. La razón es simple: es lo más obvio. Desde niños nos acostumbramos a pensar que el lenguaje verbal es un cúmulo de palabras: mamá, papá, vaso, silla, casa, cama, osito , etc., nos trazan asociaciones naturales entre el lenguaje y los objetos o los sujetos de nuestro entorno inmediato y nos inducen a pensar que los sentidos del mundo se esconden en tales grupos de sonidos tan singulares. Pocas veces pensamos que el lenguaje pueda ser más que “palabras” conectadas entre sí, que sea también la manera en que se agrupan, los sonidos que no corresponden a palabras pero que son importantes (como las interjecciones ) y aun los